¿Estas en una organización adolescente?

Publicado el 26 de febrero de 2019Por

Todos podemos reconocer la adolescencia como una etapa donde se producen cambios físicos y cambios psicológicos, este periodo se prolonga durante unos años de nuestra vida, aunque a algunas personas no dan del todo el siguiente paso y se consideran inmaduras a lo largo de su vida adulta.

encrucijada¿Y esto que tiene que ver con mi organización social? Igualmente, llega un momento, después del nacimiento y los primeros pasos, después del impulso creativo que (si no se produce la extinción del proyecto) llegamos a la consolidación. Este periodo donde comenzamos a tener recursos propios, tanto materiales como de conocimientos (cambios físicos), donde al núcleo inicial de emprendedores/as se suman personas nuevas, donde ya tenemos un hueco y un espacio, un sentido y una red de contactos, un presupuesto y una imagen reconocida… tiene unas peculiaridades que tienen mucho que ver con la etapa adolescente.

Los cambios son lo suficientemente importantes como para que los reconozcamos sin problemas, tanto en las personas que pertenecen a la organización como en la propia dinámica de la entidad:

1) Necesidad de autoafirmarse. En los primeros pasos era hacer, hacer, hacer, dar, dar y dar con todo el empeño de cada uno/a, pero pasado este descomunal esfuerzo inicial es necesario bajar el ritmo, por salud personal y del grupo… esta recuperación de la individualidad y de los derechos y espacios de cada uno no se produce al mismo ritmo, algunos/as siguen psicológicamente en la etapa inicial. Es más, los que vienen nuevos no entienden esa etapa y eso crea la construcción de creencias sobre «derechos históricos» y la construcción, más o menos exitosa, de dos estratos de personas, «las que  estuvieron desde el principio» y las que no.

Desde el punto de vista de la organización, también busca un espacio propio, comienza a decir que no, aún tímidamente, a determinadas propuestas externas, intenta enfocarse y especializarse. Lo que antes era hacer y hacer, ahora se mira desde el prisma de la identidad interna y externa, ¿es lo que queremos? ¿Cómo se interpreta esto en nuestra trayectoria? Aún en este paso intermedio, un pasito palante y dos para atrás…

 2) Desarreglo emotivo. Lo hemos visto en muchas ocasiones, en esta etapa donde se viene de una vivencia muy intensa con la organización cualquier conflicto desemboca en emociones a flor de piel, donde la ira, la tristeza, el sentirse traicionado, incomprendido, el defender lo nuestro, la esencia de lo que hicimos… donde los desafectos que en el pasado se dejaban de lado en pro del trabajo colectivo ahora se acentúan, donde se crean bandos y, en ocasiones, luchas de poder. Lo más característico es que este conflicto interno en la mayoría de las ocasiones drena buena parte de la energía de la organización ralentizando el impulso inicial. Por otro lado, en los perdedores se produce un desafecto que supondrá una carga que, si no se reconduce, llevará al trauma de los primeros despidos o a tener un clima laboral negativo difícilmente sostenible.

En la organización muchas decisiones no se toman en base a un análisis racional, si no en base a quien pronuncia las propuestas, la pertenencia a un bando o «lo que debemos a quien propone». Lo más característico es que estas decisiones se basan en opiniones con una fuerte carga emocional, y no en hechos contrastados. Cualquier marcha de la organización o rechazo por parte de una financiador se percibe como una «traición» que produce una ruptura…

3) Narcisismo. Una tercera característica de las organizaciones adolescentes es que se miran mucho a sí mismas, pero no va para hacer un análisis de identidad, recursos y proyecciones… si no para «verse defectos». Y así, se hacen reuniones y reuniones hablando de lo que somos, lo que deberíamos ser, lo que no somos pero queremos, lo que no queremos pero nos sale así, lo que los demás hacen que nosotros no hacemos, etc. etc. etc. Un permanente mirarse el ombligo pero sin una proyección clara de ideas para mejorar, se trata de criticar sin piedad, de confrontarnos con la perfección y darnos cuenta, vaya, de que no somos perfectos, maldito pecado…

4) Rechazo de reglas y normas. Cuando eramos pequeñitos, unos pocos aventureros/as dispuestos a comerse el mundo, los horarios, la organización de papeles, las formalidades, sobraban… todo se discutía en la misma mesa, todos/as opinaban y participaban, no había apenas diferenciación de tareas y funciones entre el equipo, era arremangarse para que todo el trabajo salga. Cuando crecemos los puestos comienzan a delimitarse, se crean órganos y equipos que toman decisiones, se comienza a estructurar de alguna manera el trabajo. Aquí es donde se produce un choque importante entre lo que fuimos y lo que estamos construyendo, personas que quieren seguir teniendo el status de la etapa anterior, sin horario, sin formalidades y que rechazan los nuevos espacios. Se comienza a hablar de actividades para los que aún no estamos maduros y  que se atrancan como los traumáticos Régimen de Reglamento Interno o la Definición de Puestos de Trabajo o la Evaluación por Desempeño, o la incipiente Calidad… pero sin una base firme, en ocasiones se trata de decirle «a quien ya sabemos» que tiene que cambiar y no nos vemos con la autoridad de hacerlo.

5) Decisiones y actuaciones a corto plazo. Las decisiones están construidas sobre el presente, sobre lo que tenemos que hacer ahora, en una cadena de acción – reacción. Lo relevante es estar pendientes al presente e ir incorporando el trabajo tal y como nos llega. Es por ello que es frecuente que esta etapa suponga para la organización un crecimiento errático, participando en muchas cosas que tienen escaso recorrido, con iniciativas que se marchitan nada más comenzar por falta de atención, con sobrecargas de trabajo conforme nos acumulamos de «urgencias» que en muchas ocasiones nos hemos creado nosotros/as mismos/as. Esto hace que muchas personas valiosas se «quemen» en el proceso, por acumulación de trabajo.

¿Es tu organización adolescente? ¿Cuál es el siguiente paso? A estas organizaciones les propongo una valoración externa, un trabajo de consultoría que ayude a madurar, ¿y cuanto cuesta? Mucho. mucho menos de lo que nos va a costar no hacerlo…

Dejamos de ser adolescentes cuando comenzamos a mirar al largo plazo, a cultivar el pensamiento estratégico, a ordenar y estructurar los procesos de trabajo, a afrontar los conflictos en vez de evitarlos, a comprender los errores pero procurar aprender de ellos…

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